Los barrios, sus historias. Las esquinas, sus anécdotas. La magia del lugar donde crecimos que nos acompaña como un cofre donde guardamos lo valioso de cada etapa.

Los barrios se convierten en observadores de momentos, la plaza con sus vecinos, los chicos corriendo, la escuela que abre sus puertas cada mañana, su música particular que nos avisa si hay clase o recreo. Infaltable el kiosco salvador de cosas urgentes, quienes madrugan con disciplina a regar o baldear.

Estas escenas son parte de una gran película, que registra interacciones, charlas y encuentros (y desencuentros) que van moldeando la esencia del lugar.

¿Qué pasa cuando congelamos esos pequeños fragmentos del cotidiano y los transformamos en grandes historias? Mirar el

barrio con otros ojos, con otro lente.